Un alto magistrado de trayectoria ejemplar es el personaje de este cuento de Maupassant. Abogados, fiscales y jueces “se inclinaban ante su elevada figura de rostro grave, pálido y enjuto y mirada penetrante”. A la muerte de este ilustre togado, el notario que vela por el testamento encuentra un diario que muestra un lado oscuro de aquél que impartía justicia sin temblarle la mano